Hoy pensaba escribir aquí aporreando fuertemente las teclas del ordenador para secarme las lágrimas. Teclas de indignación, de dolor y desesperación. Las aprieto tan fuerte que parece que quisiera buscar en ellas algún sonido, una respuesta ante las preguntas que me ayudan a plasmar aquí y que me cuestan tanto encontrar fuera.

Pensaba en escribir para desahogarme, para gritar lo que no es suficiente gritar en la calle porque no existe altavoz tan grande para descargar toda la rabia acumulada. Para alcanzar los oídos sordos y cómplices de quienes miran hacia otro lado. Para derrumbar los muros de las conciencias que aún hoy cuestionan y dudan de la lucha de un pueblo por sobrevivir y mantener la poca dignidad que a nosotros nos falta. La humanidad que perdimos cuando justificamos el genocidio, la ocupación y el apartheid con burdas excusas que hieren, más si cabe, a las víctimas.

Pero la respuesta la encontré ayer en Palestina. En Gaza. En mitad de la tarde, mientras las bombas llovían sobre Gaza, desde allí me decían que la situación era devastadora. Que hacía ya mucho tiempo que no vivían tal grado de devastación y que ésta no era una operación militar más. La masacre, avecinaban, iba a ser brutal tras la invasión de la Franja.

Pero una fuerza inusitada interrumpió la conversación telefónica desde Gaza. Tras el lamento típico y el apoyo solidario desde aquí, el mensaje allí era muy ,muy positivo. Extrañamente positivo. ¿Por qué?

Despojados de las cadenas del miedo estaban decidido a luchar. ¿Luchar? Pero… ¿no deberían de arrodillarse para evitar más muertes? ¿Más genocidio? ¿No deberían claudicar ante la ocupación? ¿Acaso, el papel que le exige la comunidad internacional, incluidos los partidos de izquierdas, no es seguir siendo las buenas víctimas? ¿las obedientes? ¿Las que acatan decisiones y mandan sobre su pueblo?

En Gaza han dicho basta. Basta de medias tintas. De altos el fuego fríamente calculados para volver a golpear, para volver a humillar a un pueblo que pierde a generaciones enteras bajo el fuego asesino de las bombas israelíes. Hartos ya de buscar soluciones a corto plazo que contenten a Israel y opriman aún más a la población…

Blog de Javier Díaz Muriana

Hoy pensaba escribir aquí aporreando fuertemente las teclas del ordenador para secarme las lágrimas. Teclas de indignación, de dolor y desesperación. Las aprieto tan fuerte que parece que quisiera buscar en ellas algún sonido, una respuesta ante las preguntas que me ayudan a plasmar aquí y que me cuestan tanto encontrar fuera.

Pensaba en escribir para desahogarme, para gritar lo que no es suficiente gritar en la calle porque no existe altavoz tan grande para descargar toda la rabia acumulada. Para alcanzar los oídos sordos y cómplices de quienes miran hacia otro lado. Para derrumbar los muros de las conciencias que aún hoy cuestionan y dudan de la lucha de un pueblo por sobrevivir y mantener la poca dignidad que a nosotros nos falta. La humanidad que perdimos cuando justificamos el genocidio, la ocupación y el apartheid con burdas excusas que hieren, más si cabe, a las víctimas.

Pero la respuesta…

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