Mientras un eficiente aparato de propaganda desparrama la imagen de Israel como campeón mundial en vacunación y democracia vibrante que celebra la cuarta elección nacional en dos años, la realidad en el terreno muestra el verdadero rostro del régimen que decide quiénes reciben la vacuna y votan y quiénes no, según su etnicidad. Y eso tiene un nombre: apartheid.
María Landi
Mientras un eficiente aparato de propaganda desparrama la imagen de Israel como campeón mundial en vacunación y democracia vibrante que celebra la cuarta elección nacional en dos años, la realidad en el terreno muestra el verdadero rostro del régimen que decide quiénes reciben la vacuna y votan y quiénes no, según su etnicidad. Y eso tiene un nombre: apartheid.
La colonia israelí Givat Zeev, cerca de Ramala, en Cisjordania.
Cualquiera que recorra el territorio ocupado de Cisjordania empieza asombrándose y termina acostumbrándose ante los “hechos consumados” de ese territorio −gobernado por el ejército israelí− donde la población árabe originaria de casi tres millones ‘convive’ por la fuerza con más de medio millón de colonos judíos asentados en tierras robadas a las comunidades palestinas. Esas colonias –ilegales en el derecho internacional− construidas con lujo de infraestructura (incluyendo carreteras y líneas de transporte de uso exclusivo) y nivel de vida…
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