Nubes en las que habitan hermanos
miles de rostros, manos amorosas,
que me animan a seguir no sé por qué.

No hablamos la misma lengua,
no compartimos las mismas raíces,
y, sin embargo, palpitamos con un mismo corazón.

Soy el ultimo ciudadano de esta Gaza Celestial,
el más indigno de todos,
nacido del dolor,
amamantado por la rabia,
criado por la impotencia,
quisiera ser un ángel con superpoderes
para construir una tierra donde el amor fuera la ley,
un lugar más allá de la masa grisácea
de opresores y oprimidos.
Creo en ese día
y contribuyo a ese hálito de esperanza escribiendo y escribiendo,
como si al hacerlo insuflara aliento en los muertos,
como si mis letras les dieran alas,
como si mis ojos llorosos vieran una nueva Gaza amaneciendo.

El Creador muestra el amor como único camino,
sin otro final que no sea conseguir un ideal del río al mar,
tejido por distintos pueblos, unidos por una visión.
Aunque vivimos en el fango, vosotros, ángeles del cielo,
nos animáis a ser mensajeros de la esperanza.

Miles de hermanos en los cielos de Gaza
me animan a que yo, este miserable yo, vuele lejos
y crea más que nunca, me entregue más que nunca.

Debo volver al interior de la caverna
y aprender del ángel Gabriel
a ver en cada rostro, el rostro de Dios.
Ese ángel de la Verdad debe explotar este volcán interior
que ayudarme a proclamar una Gaza nueva.

Vive para anunciar buenas nuevas:
hay que temblar para volar,
andar sobre las aguas para creer,
hundirse en el fango para resucitar,
ver al odio cara cara para vivir enamorado.

Es eso lo que quieres, Amado mío,
es eso lo que somos los lunáticos de este mundo:
hojas mecidas por el viento,
cometas en las manos de los niños,
predicadores de una Gaza en los Cielos.
¡Divina locura!


Autor:

Armando Lozano Hernández Militante por la paz

Estudió en Universitat Autònoma de Barcelona

Director de Espacio Ronda en Madrid