El trámite de la entrada se superó con pocas incidencias y algún que otro nervio. Dos pequeños interrogatorios solventados con cara de turista ante las preguntas de los policías, la guía turística de Israel y la reserva falsa como arma definitiva para lograr la entrada. El resto de los compañeros del viaje solidario tampoco tuvieron excesivos problemas, mas allá de una charla de 45 minutos o tener que enseñar tarjetas de crédito y dinero para acreditar la estancia. Eso sí, una de las viajeras tuvo que desnudarse en el aeropuerto de Barajas ante un policía israelí y con las quejas de un guardia civil por el trato dado a una nacional. Y es que Israel puede denegar el visado por motivos de seguridad, y para ellos este viaje de turismo solidario de Sodepaz hubiera podido ser motivo de devolución y, sobre todo, de posibles problemas para el Alternative Tourism Group que organiza el viaje aquí.

Comenzamos el día, dormidos tras el viaje, pero con ganas de pasearnos por la ciudad de Belén, o Bethelem como se la conoce por aquí.  Lo primero y más evidente fue la gran presencia de todo tipo de policías, con diferentes equipaciones y rifle en ristre. Belén, y las cercanías de nuestro hotel, albergan el primer congreso de Al Fatah en 20 años en el que pretenden renovar su cúpula directiva y postura política. El hotel está cercano a la parte vieja de la ciudad. Callejas, escalones, cuestas que dan al mercado local, a la calle de la Estrella o a la transitada plaza del Pesebre en la que se encuentra la iglesia de la Natividad, el mayor reclamo turístico de una ciudad volcada en el turismo religioso de los orígenes de Jesucristo.

“Me siento como en una reserva india”, Juani Rishmawi

La primera visita, mas bien reunión, fue a la sede de los Health Work Comittes. Juani Rishmawi, madrileña de unos 50 años, nos cuenta la labor médica de esta ONG que dispone de  16 centros de salud, tres hospitales y 30  clínicas móviles centradas en atención general, además de una fuerte actividad en prevención de la salud. Su organización, y otras, ayudan a atender la salud del 45% de los palestinos, a través de dinero de cooperación y una pequeña contribución del paciente. Además, ella, que lleva 24 años en Palestina tras su matrimonio con Elías, y su organización sirven de termómetro de la situación social. “Me siento como en una reserva india”, dice, para recalcar impotencia, depresión y hasta odio hacia los israelíes. Ella mezcla en una charla  animada, entre vasos de fuerte café turco, retazos de su experiencia diaria, en su organización y como habitante del país. De como vio la masacre de Gaza por televisión buscando no encontrar conocidos, de la discriminación hacia los habitantes de los territorios palestinos o hasta como como cobra en shekels y una ANP, a la que critica con dureza, le cobra los impuestos en dólares. Impresiona cuando cuenta duras experiencias, con sus hijos acuesta cruzando checkpoints en Gaza o durante el sitio a Belén en la ultima intifada.

Tafik Hadad escucha la traducción de Nasser
Tafik Hadad escucha la traducción de Nasser

Después de un rápido shawarma volamos hacia otra reunión. Esta vez con Badil, organización dedicada al estudio y difusión de informes sobre los refugiados y desplazados palestinos. Esta vez el café turco, cargado y lleno de posos, es una medicina necesaria para soportar el calor y el cansancio.  Tafik Hadad, apoyado en una chica siempre en segundo plano, se esfuerza en explicar y gesticular sus argumentaciones, para que Nasser Alawy nos las traduzca del árabe al castellano. Una larga introducción histórica sobre el problema palestino para explicitar una política de conquista de toda la tierra del antiguo mandato palestino, que ha violado numerosas resoluciones de la ONU y que supone un progresivo apartheid de los palestinos. Y con la intención de poner en primer lugar la situación de los 7,6 millones de refugiados y desplazados, grandes olvidados de las negociaciones políticas e  injustamente desterrados de cualquier solución. Pregunto a Tafik por las demandas de su organización solución para solucionar la ocupación , él que está firmemente en contra de los acuerdos de Oslo. Recalca que su organización no es política y sólo busca sensibilizar sobre los refugiados, sobre sus derechos colectivos e individuales al retorno y a indemnizaciones. Pero, a nivel particular, dice que todo depende de las fuerzas. “No me pronuncio por un estado compartido o dos. Eso sí, tenemos derecho a la resistencia. Aunque no se si hoy es la política más inteligente.”

vía Café turco en Belén | Otro viaje a Palestina.