Soy mediterráneo.
En un evento de CIHAR (Círculo Intercultural Hispano Árabe), se me acerca una señora y me dice: “Yo me siento árabe”. Le respondo: “Yo también me siento romano, señora”
Nací en una ciudad que en su segunda refundación, los grecorromanos la llamaron Filadelfia (Amor de hermandad). Abrí los ojos a un anfiteatro romano a 300 metros a la izquierda de mi casa (allí de niño iba a jugar a romanos, con espada de madera), enfrente un pequeño puente romano, a la derecha un baño “Hammam” romano, con fuente pública, y detrás en el monte la fortaleza “Alcalá” romana, llena de restos de majestuosos templos. La cosa no queda en esto, a 40 minutos de Amman está Jerash, una metrópolis romana con todo el esplendor de Roma, que visitaba frecuentemente.
¿Cómo no me voy a sentir grecorromano-mediterráneo? Las piedras de estos sitios me susurraban al oído, sentía los golpes de los cinceles del artesano que las talló.
Abdo Tounsi – Agosto 2017