Imagínate que eres de “Azzun”
Editorial de PALESTINA HOY 23 de agosto 2015 por: ABDO TOUNSI – TUNSOL
Las noticias: “Israel impide a palestinos usar transporte público en Cisjordania/ Israel incrementa las demoliciones de casas palestinas, denuncia HRW/ Palestina tilda de «destructivo» el anuncio sobre nuevas viviendas en el asentamiento de Beit El/”
Azzun o (también escrito Azzoun (también escrito Azzoun عزون que viene de la palabra raíz Izz “عز”, traducción: Izz que significa honor o autoestima) es un pueblo palestino de la provincia de Calquilia al norte de Cisjordania ocupada, que se encuentra a 9 kilómetros al este de Calquilia y 24 kilómetros al sur de Tulkarem. De acuerdo con la Oficina Central Palestina de Estadísticas del censo, Azzun, junto con los pueblos adyacentes de Islah e Izbat al-Tabib, tenían una población de más de 8.900 en 2007.
Mi estimado amigo Dr. Salah S. afincado en Madrid y últimamente después de su jubilación a caballo entre su pueblo Azzun y Madrid, me comentó de primera persona la situación de su pueblo ocupado y las penurias que sufren sus habitantes. No voy a contarlas en su persona, pero sí en tercera persona y esa persona eres tú amiga o amigo que me estás leyendo. Por eso a partir de ahora tu pueblo, tu lugar de residencia se llama “Azzun” y tu historia empieza de este modo.
“Estimado Abdo Tounsi, te escribo estas líneas para contarte lo que pasa en mi lugar de residencia. Resulta que yo nací en un hogar donde mis padres y mis abuelos habían nacido también. Nuestra vida era normal, yo estudiando y mi familia me cuidaba para que no me faltara de nada. Un día, una fuerza militar entra por las calles, ese día no pude ir a la escuela y nadie pudo salir de sus casas porque esa fuerza decretó el toque de queda. Pregunté a mi padre lo que pasaba, solo tuve la respuesta de “ya están otra vez ocupando nuestra tierra”. ¿Quiénes son pregunté?. Mi pregunta era retórica, pero quise asegurarme, la respuesta vino de mi hermano mayor: “Son los de Israel, los de enfrente que ya nos quitaron las tierras del abuelo que tenía al otro lado del límite”.
Pasados los años, esta fuerza ocupante creó controles en las entradas y salidas del casco urbano; solo podíamos salir con un permiso del jefe militar, los agricultores no podían salir a atender las tierras cultivadas cuando lo precisaban, sino cuando al jefe le daba en gana y eso dejaba al campo sin atender. No solo eso, también no podíamos ir a la ciudad más cercana para comprar o ir al médico, por eso nuestra vecina enfermó y al poco tiempo murió. Un día, de camino al instituto de la ciudad, vi como levantaban casas en la tierra de mi compañero que me contaba que el ejército ocupante se las quitó y se las dio a unos extranjeros venidos de Europa, iban a construir un asentamiento. Es la primera vez que veo como se levantan casas tan rápido y como las habitaban gente que nunca vimos antes.
Año tras año los asentamientos iban creciendo hasta que hoy en día mi casa está rodeada de ellos. En el patio de mi casa, hace tiempo que no podemos estar, porque estos vecinos venidos de muchas partes del mundo, nos tiran piedras, no solo a nosotros también a muchas casas, de allí el hijo de un amigo de mi padre salió un día y se enfrentó a ellos, pero él ya no está, porque le mataron. ¡Ah! no te dije, ellos van armados con metralletas y fusiles de asalto. En la plaza el ayuntamiento puso un obelisco con los nombres de los muertos, nuestros mártires.
Yo por trabajo me he trasladado fuera de mi localidad y ahora cada vez que quiero visitar a mi familia tengo que sacar un permiso para visitarles, con mucho tiempo de antelación, muchas veces no pude ir, algunas porque no me lo dieron y otras porque eran fechas que por mi trabajo no podía. Cada vez que voy veo que la lista del obelisco tiene más nombres, a este paso van a tener que poner otro. Mi madre me dice que me cuide, pero yo ya he visto morir a amigos en los puestos de control de la potencia ocupante, cosas que no se las cuento a ella para no preocuparla.
Estimado Abdo, no sé si seguir contándote más, pero seguramente tú ya que sigues nuestra situación, la conoces bien, solo me queda decirte que mi lugar de residencia ya no es seguro, en la ciudad donde estoy trabajando, nos rodea un muro de 7 metros de altura y solo tenemos dos puertas de salir y entrar, es lo mismo que en la Edad Media. Los soldados, a las órdenes de su jefe en Tel Aviv, tienen el dedo puesto en el gatillo y disparan al primero que se rebela o se queja ante las interminables horas de espera en estos controles.
Sin más, espero que transmitas mis palabras a tu audiencia de las redes sociales, a ver si en algún lugar de este mundo se despiertan las conciencias y piensan en cómo vivimos y lo sienten.”
Amiga, amigo esta era tu carta virtual, pero tan real como que millones de seres humanos en Palestina padecen esa misma situación. Dejo aquí que la reflexión se apodere de todos nosotros ya que a pesar de todo, seguimos siendo humanos, por eso esta carta virtual.